Necesitábamos oscuridad para poder ver mejor y para que no nos vieran. Por eso tapamos cualquier resquicio por el que pudiera penetrar la luz indecente y espía. Le cubrimos los ojos a las ventanas, y tapamos la boca a las paredes, en un intento de silenciar el ruido y la música. Y lo conseguimos. Tomamos la decisión de que si no podíamos ir a un festival, el festival vendría a nosotros. Y comenzó el show. Un puñado de amigos al son de los conciertos que elegimos, bailando, saltando, disfrutando de aquel momento, que tanto añorábamos. Y allí escondidos, vino la brisa fresca a despejarnos, entre canción y canción, entre abrazos y sonrisas, entre cerveza y cerveza. Nos desatamos, si, pero era una necesidad, un impulso acumulado que estalló y lo inundó todo de felicidad. Miento cuando digo, que no quiero repetirlo, porque quiero más, y siempre a vuestro lado.
Gracias, a todos, por un día inolvidable y por una amistad incombustible. Y es que, el Cúllar Vega Sound, no ha hecho más que empezar…