Tras la columna

Como los grandes. Así nos hicieron sentir anoche Sombra Doble en su penúltimo concierto antes de su despedida final. Se guardan la última bala para su tierra, Málaga. Pero ayer, en Granada, abajo, en nuestra incombustible planta, este grupo de versiones, se hizo grande, haciendo disfrutar a su público con temas de los demás que hicieron de ellos, en una sala que colgó el cartel de “sold out”. Normal que lo hicieran, dado el nivel de su espectáculo y del buen rollo que despiertan en sus conciertos. Porque no es sólo la música que tocan, versiones de todos los grupos que amamos del mundo indie y alguno que otro mas comercial que también se cuela sin desentonar en el resultado final. Es la complicidad que consiguen con el público, con el que hablan, bromean, y se divierten tanto con él, como él con ellos. Y simplemente, eso fue lo que vivimos anoche. Diversión, mucha diversión, entre saltos, bailes, risas y buena música. Una noche inolvidable para despedir a una banda inolvidable. Y todo, tras la columna que no nos dejó ver el escenario y que aún así, no restó ni un ápice de emotividad al concierto con el que nos dijeron adiós en Granada.

PD: a Sombra Doble. Vayáis dónde vayáis, todo la suerte del mundo. Gracias por haber hecho un poquito mas grande, la música indie.

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Palíndromo…

Sucede un día, así, sin más. Tu vida cobra sentido, las piezas encajan, parece que la felicidad la tienes un poco más cerca. Se podría decir, que casi puedes mirarla a los ojos. Sonríes. Tienes una sensación de bienestar, ese confort que cierra etapas con el incalculable valor de la satisfacción. Entonces te animas a más, y aparece el inconformismo, preludio de la insatisfacción, estado semejante a un sentimiento, porque quizás lo sea, o quizás no, pero sí sus consecuencias, porque al igual que los sentimientos hay que saber gestionarlos, para encontrar el equilibrio entre lo que se tiene y lo que se quiere, para no caer en la trampa de no tener nunca lo que se quiere.

Sucede otro día que la vida no funciona como tu pensabas. Que las cosas no salen como habías planeado, y cuesta aceptarlo, porque querrías que fueran de otra forma, como tu mente había imaginado que serían. Aparece entonces la frustración, la negación. Necesitas aceptar la nueva realidad y no puedes. Quieres gestionar la situación y no te ves capacitado. Quieres volver a mirar a los ojos a la felicidad que no hace tanto, tuviste tan cerca. Y sabes lo que toca. Admitir, aceptar, ceder. Adaptarse a la nueva realidad aunque cueste. Y así, cuando menos lo esperes…

Sucederá un día, así, sin más. Tu vida cobrará sentido, las piezas encajaran , y parecerá que la felicidad está un poco más cerca. Se podría decir, que casi puedes mirarla a los ojos. Sonríes. Tienes una sensación de bienestar, ese confort que cierra etapas con el incalculable valor de la satisfacción. Entonces te animas a más, y aparece el inconformismo, preludio de la insatisfacción, estado semejante a un sentimiento, porque quizás lo sea, o quizás no, pero sí sus consecuencias, porque al igual que los sentimientos hay que saber gestionarlos, para encontrar el equilibrio entre lo que se tiene, y lo que se quiere, para no caer en la trampa de no tener nunca lo que se quiere…

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Aporía…

El silencio acompaña los días.

Bálsamo de esos momentos frenéticos en los que el tiempo pasa veloz, acumulando cansancio, llenando el saco con estrés y agobios. Esa franja de va de lunes a viernes, dónde las horas se acortan, restando minutos en el global, aunque si concretas, parecen que se estiran. Llega entonces el fin de semana. Oasis perdido entre las arenas del tiempo semanales, lleno de planes, cubierto de descanso, ataviando dos días con la forma de los deseos. Condensamos nuestras ganas en el fin de semana, y por un lado queremos descansar, y por otro, no perdernos nada. Sin apenas notarlo, hagamos lo que hagamos, las horas se diluyen entre el ocio y el descanso, y sin saber cómo, aparece en el horizonte de nuevo el lunes, abriendo la franja, cerrando el círculo, compensando la lentitud con la rapidez, y haciendo del tiempo esa aporía, imposible de resolver. Toda la vida buscando una solución que jamás encontraremos. Y mientras tanto…

El silencio acompaña los días.

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