Como si de un cuento se tratara…

Lucía el sol, apretaba la calor, y sin miedo a nada, partimos dirección Huelva. Castigamos la tarde sin siesta, y con ella por montera recorrimos kilómetros de asfalto buscando otra provincia, cuajada de ganaderías, con reses por doquier y extensos pastos. Cambiaba el paisaje a medida que avanzábamos. Los olivos tornaron a alcornoques, y los sembrados se transformaron en pastizales. Un reguero de dehesas nos escoltó hasta que divisamos Aracena cuando atardecía, embriagando nuestra llegada con aroma a pueblo. En el centro, donde la vida hierve y se concentra lo importante, justo ahí, nos alojamos. Casas blancas, grandes, de las de antaño. Un pueblo limpio, con olor a jamón por sus rincones, y gente hospitalaria. Tierra de postal con una historia labrada a fuerza de tradición. En lo más alto, el castillo fortaleza, con la iglesia dedicada a su patrón, y bajo ella, una gruta, la de las Maravillas. Alrededor de este castillo creció su pueblo, y aún hoy lo sigue haciendo.

Enfilamos el pasillo que llevaba a las profundidades, desprovistos de miedo, cargados de ilusión, topándonos de golpe con otro mundo bajo el suelo. Estalagmitas y estalactitas floreciendo sin pausa pero sin prisa, necesitando mil vidas para adquirir la forma que tienen hoy. Un manto blanco, en ocasiones rojo y en otras azulado, engullendo la roca, con la única fuerza de las gotas de agua que se filtran por desde el exterior. Un espectáculo que la naturaleza nos regala, recordándonos su fuerza y su belleza, avisándonos que nada sobrevivirá en este mundo salvo ella, sino somos capaces de cuidarla.

Fueron días de desconexión, apartados de todo y de todos, huidos a nuestras propias profundidades, conociendo un poco más los recovecos de las cuevas en las que a veces vivimos. Pero como toda gruta, también tiene una salida. Y salimos, a caminar, a reír, a llorar, a descansar de la mano de aquellos hombres que quieren acabar con nuestras naturalezas. Y sirvió de mucho, porque como si de un cuento se tratara, tuvo final feliz, tanto, como para volver a repetir.

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