Era inevitable.
Regresar al pasado en el presente y retomar la vida, tal y como la conocimos. Cruzar la frontera de los confinamientos y abrazar la calle y sus gentes. Volver a cantar porque sí, sin más pretensiones que agradecer a la vida que aún nos tenga entre sus brazos, que no es poco, y disfrutar del sonido en directo, de manos de sus creadores. Por eso, era inevitable que volvieran los conciertos y festivales a tomar las ciudades, a fusionar música, luces e ilusiones, en un momento fugaz, en una actuación inolvidable, en una felicidad indescriptible.
Y era inevitable, que empezáramos dónde acabamos. Mismo sitio, mismo concierto, casi la misma gente. Con León Benavente nos encerraron, y con ellos, volvemos a la libertad. Cambiamos sábado por viernes esta vez, pero haremos el mismo recorrido: Camping y Copera. Volveremos a ver a estos Cuatro Monos “que saben rugir”, alentando a sus fieles para que no dejen de saltar. No habrá lugar para el recuerdo, mientras coreamos sus letras, menos aún para la tristeza, y entre cerveza y cerveza, volveremos a sentir la fortuna de estar allí, acompañados de nosotros. Y ahora que pasamos lo que pasamos, estos, algo más de cuatro monos, están dispuestos a disfrutar de la vida como se merece. Por si las moscas…
PD: No hubo silencio que acallara la música, ni confinamiento que apagara nuestras ganas. Tan sólo fue un inciso, un descanso obligado del que hemos sacado partido. Volvamos a disfrutar como merecemos.