Fuimos.
Niños y amigos van unidos, desde mis 12. Callejuelas y adoquines, delimitando el sendero que conduce a Santo Domingo, allí dónde las columnas de la entrada de la iglesia dibujaban las porterías de nuestro propio campo de fútbol. Música clásica difuminada entre partidos de baloncesto y regañinas del vecino más coñazo que jamás hayamos conocido, y un “castor” amenazante, que dejó de dar miedo a medida que nosotros crecimos. Llegó el futuro de la mano de un Spectrum, tan lento para poder jugar, como el pasado que dejaba atrás con sus juegos grabados en cassettes, que hacían volar las horas. Llegó la primera visita a Cúllar. Ahí conociste a mi gente, convirtiéndote en uno de ellos. Ya por entonces, nuestras vidas se habían entrelazado definitivamente, atravesando la adolescencia juntos. Te recuerdo sobre una bici, y aquel niño tímido y apocado que eras, tornó joven casi seguro de sí mismo, tenaz y clarividente. Te busqué en el Amador y te encontré siempre. Dibujabas, supurando arte, con esa imaginación que construía, que creaba, que maravillaba. Y apoyado en todo ello, hiciste carrera, entre cámaras y parabólicas, viajando hasta casi el infinito. Fue la llegada de Silvia la que lo cambió todo. Trajo consigo el amor, la fidelidad, la confianza. Arribó con fuerza y aquel nómada decidió asentarse junto a ella. Otra vida que se cruzó ampliando aquel horizonte. Y aquí seguís, tan unidos como siempre. Mudasteis tras la crisis, tras la quiebra, pero en Sevilla remontó todo. Nueva empresa para él, nuevo trabajo para ella, y entre tanto trajín, Martín e Iker os alumbraron. Más felicidad para una pareja que jamás se descuidó. Mucho trabajo, más responsabilidades, y un stop obligado. No quiero darle más vueltas, porque aquí sigues y eso es lo que me importa.
Somos.
Menos niños, más amigos. Ese lazo que nunca desatamos, ese amor que nos profesamos, esa batalla que la distancia no vence. No, no le hablo solo a él, porque ahora vuestra felicidad es la mía. Porque os quiero a todos como le quiero a él. Porque nuestras vidas se cruzaron y ahora recorren el mismo sendero, en lo bueno y en lo malo. Por eso, celebro teneros, y todos celebramos tenerte. Ya sabes que Vetusta seguirá sonando cada 24 de junio, recordando al Juanjo de Silvia, al Juani de mi vida.
Si, fuimos. Aquellos desconocidos que se conocieron, ese capricho del destino que sabe que piezas unir para hacer más maravillosa la vida. Porque somos lo que fuimos, y seremos lo que somos: esas líneas trazadas por el universo, que la vida decidió cruzar.
Enhorabuena Silvia, enhorabuena Juani, por 25 años de inimaginable felicidad. Que esa luz interior que tenéis, siga latiendo por siempre jamás. Y en este día, recordad que, “hoy es siempre todavía”.